Muchas de las propuestas populares, audiovisuales, de la tradición oral maravillosa o de la literatura juvenil llegan al lector a través de mecanismos como los comentados a lo largo de artículo, también porque provocan la identificación a través de la adulación. En el caso concreto de la literatura juvenil, estos relatos proyectan una imagen mejorada, en ocasiones mítica, del lector: los exaltan y acaban el relato con la transformación del adolescente perdedor, inseguro, desconocido y solitario del inicio con el que cualquier lector podría identificarse con el ganador, seguro, triunfador y admirado, en definitiva, con el héroe que le podría gustar llegar a ser o que le gustaría poseer: «Me dedicó esa sonrisa traviesa y abierta que me hacía contener el aliento y me paralizaba el corazón. No podía concebir que un ángel fuera más esplendido. No había nada en Edgard que se pudiera mejorar. […] La desesperación me hirió en lo más hondo al comprender que era demasiado perfecto. No había manera de que aquella criatura celestial estuviera hecha para mí» (Meyer 2006: 262). Pero lo estaba, como las lectoras Rasha y Shiba del foro citado descubren al final del relato.
Lluch, G. (2007): «Literatura Juvenil y otras narrativas periféricas», en Cerrillo, P. et alii (dir): Literatura Infantil, nuevas lectura y nuevos lectores. Cuenca: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, pp. 193-211.