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Los éxitos suplentes o una parte de la «literatura juvenil»

Una de las pequeñas polémicas habituales en la literatura infantil y juvenil tiene que ver con las lecturas  que inicialmente se escribieron para adultos y que más tarde acabaron en las manos de los adolescentes.

Hay muchos ejemplos pero vamos a analizar Las aventuras de Robinson Crusoe Los viajes de Gulliver. Porque hoy en día, ¿negaríamos que son lecturas para los adolescentes?

Posiblemente, pocos de ustedes contestarían que no aunque ninguno de estos dos libros se escribió para los más pequeños. Pero son lectura vivas y presentes en el circuito escolar y, paradójicamente, si Las aventuras de Robinson Crusoe Los viajes de Gulliver no se han olvidado, es decir, si todavía son lecturas vivas es porque se han integrado en el circuito de la literatura infantil. Al menos eso es lo que afirma Robert Escarpit.

El primero relato está escrito por Daniel Defoe y fue publicado en forma de libro el 1719 con el título he Life and Strange Surprising Adventures of Robinson Crusoe, of York, Mariner… Written by Himself.

¿Qué hecho marca la diferencia? La prescripción, o la recomendación. Jean Jaques Rousseau era un filósofo pero cuando escribe su Emilie  (1762) se transforma en un prescriptor en alguien a quién se escucha sobre lo que es bueno, y no lo es, para la educación de los jóvenes. En su Emilie habla del Robinson Crusoe como un libro de lectura muy recomendable para los jóvenes y lo transforma en una biblia de la educación.

Poco tiempo después, fue publicada la obra de Jonathan Swift Travels into Remote Nations of the World by Lemuel Gulliver, first a Surgeon, and then a Captain of Several Ships (1726). Una sátira de los vicios y defectos de la sociedad y de los gobiernos de su tiempo. Y un fenómeno similar se repite.

Un relato no dirigido al público infantil pero que pronto se legitima como una de las primeras lecturas para niños en los estudios sobre el tema. Aunque en este caso, cuando la obra cambia de circuito solo lo hace la primera parte, aquella que narra el viaje de Gulliver a Lilliput y la segunda, que narra el viaje a Brobdingnag. Actualmente, son las partes más conocidas, las más adaptadas y que más versiones han tenido para un público infantil.

¿Qué ocurre con estas lecturas?

Los prescriptores las incorporan al circuito de lecturas infantiles pero sólo se activa la lectura como novela de aventuras dejando sin activar la sátira cruel ni la glorificación del colonialismo.

En la obra clásica de la sociología de la literatura, Robert Escarpit (1971: 108-109) al hablar del éxito en la literatura ya advierte que no se tiene que confundir el éxito original con las repercusiones o las resurrecciones que las obras encuentran más allá de las barreras sociales, espaciales o temporales, los denomina éxitos suplentes entre otros grupos extraños al público propio del escritor.

El nuevo grupo lector encuentra en la obra lo que desea más allá de la voluntad o de la propuesta inicial del autor.

Escarpit habla de traición creadora. Justamente las dos obras con las cuales lo ejemplifica son estos dos clásicos de la literatura juvenil (Escarpit 1971: 109):

El primero de estos libros es, originariamente, una sátira cruel, con una filosofía tan negra, que dejaría a Jean-Paul Sartre en un nivel de optimismo propio de biblioteca rosa. El segundo es una prédica glorificando el naciente colonialismo. Ahora bien, ¿cómo viven actualmente estos dos libros?, ¿cómo gozan de un éxito nunca desmentido? ¡Por la integración al circuito de la literatura infantil! Se han convertido en libros de aguinaldo. De Foe se habría divertido, Swift se habría puesto furioso, los dos habrían quedado sorprendidos. Nada más ajeno a sus intenciones.

Nos faltaría saber qué es lo que opinan los verdaderos lectores, los niños y los adolescentes,  sobre la incorporación de estas obras a su circuito de lectura. Porque cuando los mediadores deciden que estos relatos serán leídos por los niños el criterio que se ha utilizado no es el placer, la diversión o el interés que pueden despertar en los lectores jóvenes. El criterio de selección es el de los valores que transmiten los relatos, valores relacionados con la educación o la ciudadanía. En estos casos, el mediador no considera al niño como un lector sino como un futuro ciudadano al que hay que educar.

Escarpit, R. (1971): Sociología de la literatura. Barcelona: Oikos-Tau.

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