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La oscuridad de los colores

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En el 2013, publiqué un post «La literatura infantil y juvenil en América Latina» que resumía mi intervención en la Jornadas Internacionales de Literatura Infantil y Juvenil organizadas por Norma en el marco de la Filij 2012.

Básicamente, destacaba los aspectos positivos de la literatura en América Latina: la variedad temática y de personajes; la presencia de formas diferentes de la tradición oral indígena o la valoración de los universos de ficción propios, definidos, enriquecidos y reconocibles de los que ya son los grandes autores de la literatura infantil como Liliana BodocLuís Maria Pesseti  o Marina Colasanti. Son tres ejemplos, pero podríamos poner muchos más, de autores que trabajando desde los universos personales o nacionales crecen hacia los universales.

Los títulos elegidos en la colección Zona Libre de la Editorial Norma  son un buen ejemplo de esta riqueza y variedad. Una maestría editorial que se demuestra en cada nuevo libro.

Recientemente, he leído La oscuridad de los colores, de Martín Blasco que la editorial presenta con este texto:

En el año 1910, el primer centenario de la Revolución de Mayo, la ciudad de Buenos Aires es un hervidero que se prepara para el gran festejo. En ese contexto, Alejandro, un joven periodista, recibe un encargo muy particular: investigar la desaparición de cinco bebés que fueron secuestrados veinticinco años antes. Una trama llena de suspenso y la revelación de un perverso experimento que anticipa los horrores del nazismo, atraparán al lector y lo mantendrán en vilo hasta el inesperado final.

Hacía mucho, mucho, que no leía algo tan bueno. Inquietante es poco. Buscando información sobre el autor encontré esta entrevista en El ojo ajeno 

Me interesó sobre todo la respuesta que da a la pregunta ¿Elegís escribir para jóvenes?, porque justamente hace referencia a algunas cuestiones que son fundamentales en la literatura juvenil actual:

No. No pienso mucho en las edades. La oscuridad de los colores no es un libro particularmente juvenil. Puede leerlo un adulto. Cuando lo terminé no sabía qué era.

De hecho estuvimos un año evaluando con la editora si era para chicos o para adultos, y con amigos, y gente que respeto mucho como Pablo De Santis, Sergio Aguirre o Antonio Santa Ana. Todos iban opinando y llegamos a la misma conclusión, que podía funcionar para cualquiera de los dos públicos. Y el miedo era que si salía como juvenil, quizás los chicos lo iban a sentir denso, de hecho la literatura juvenil no usa tantas páginas y tanto contexto histórico. Pero por suerte les gusta y hasta ahora no escuché a ninguno decir: “No, mirá, se me hizo muy largo, o muy complejo”.

Tiene componentes adultos, sí, pero no me parece que sea un problema. Porque la verdad es que tampoco empecé pensando en infantil o juvenil. Yo empecé pensando en cine y series, que tienen un concepto más amplio. Uno piensa en una película y es una película, la van a ir a ver jóvenes y la van a ir a ver adultos. Entonces, a mí me quedó esa forma de pensar, no puedo pensar en edades.

 

Sí. Habla del tema de las edades y del escritor que se acerca al texto a la manera de un guionista de cine. Como dije: dos cuestiones fundamentales en la YA actual.

La oscuridad de los colores comparte mucho con los relatos de más éxito actuales: un relato que se mira, más que se lee. Una trama inquietante alejada de la sorpresa fácil. Unos personajes complejos y poliédricos. Y un final… ¡Qué final!

No dejen de leerlo. Esto es diferente.

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