Un libro que no se lee es solo un montón de páginas impresas o, si se quiere, podemos decir ya que es una máquina sin funcionar. El soporte no importa, sea libro impreso o electrónico, lo que sí lo hace es su contenido, lo que dice. Si no se lee, de una forma u otra, no existe.
Con estas palabras acaba Rosa Navarro, catedrática de Literatura española de la Universidad de Barcelona, el artículo «La salvación de los clásicos: las adaptaciones fieles al original» que se publicó en la revista Quaderns de Filologia. Estudis literaris.
Rosa Navarro defiende la lectura de los clásicos en todas las edades y hace suyas las palabras de Italo Calvino (1995: 15):
Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir […]. Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres.
En este vídeo podemos escuchar su defensa:
Ahora bien:
No hay mejor aprendizaje para la lectura que leer las mejores obras literarias, es decir, a los clásicos; y, por otra parte, no hay espacio en los planes de estudio para llevar a cabo una gradación continua que permita acceder a los textos tal como fueron escritos, no es difícil llegar a la conclusión de que es indispensable abrir las páginas de esos libros a los niños, a los
adolescentes; y el único camino para ello es adaptarlos a su capacidad lingüística.
Pero “adaptar” tiene que ser un verbo –al igual que “traducir”– que nada tenga que ver con “traicionar”; una adaptación no es una versión libre, no es una usurpación –un robo– de personajes para inventarles una nueva vida literaria. ¿Cómo debe ser, pues, una adaptación?” p. 64
Este es el tema del artículo. Desde su práctica, adaptando las mejores obras de la literatura, analiza las dificultades que ha encontrado y los caminos que ha seguido para darles solución. La propuesta práctica, la adaptación, la pueden leer en la colección Clásicos contados a los niños
Navarro habla de no añadir detalle alguno ni tampoco modificar nada de lo contado, de no destruir la unidad de la obra, para no traicionar su sentido, de la dificultad de elegir las escenas y episodios adecuados… Y ejemplifica estas y otras cuestiones en las adaptaciones que hizo, sobre todo en las de El Quijote, Tirant lo Blanc, La Odisea o El Cantar del Mio Cid.
No voy a poner más notas porque un artículo como este merece ser leído por completo. Solo reproduciré un fragmento del final, cuando hace referencia a la afrenta de Corpes de El cantar del Mio Cid:
[…] y no es el honor mancillado lo que el juglar quiere que sienta el Cid, sino el dolor por la paliza que los viles y cobardes infantes de Carrión han dado a sus hijas. De nuevo doy la palabra al buen Campeador:
–Decid, infantes de Carrión, ¿qué mal os hice? ¿Por qué me rompisteis el corazón? A la salida de Valencia, os di a mis hijas, con mucha honra y riqueza. Si no las queríais, perros traidores, ¿por qué las sacasteis de Valencia?, ¿por qué las golpeasteis con las correas y las espuelas? ¡Las dejasteis malheridas en el robledo de Corpes para que las fieras y las aves acabaran con ellas! ¡Sois unos infames! Si no me respondéis, que lo juzgue esta corte (Navarro Durán, 2007b: 161-162)
¡Qué desgracia que todavía tengan estas palabras, este episodio, tanta actualidad! Si todos los chicos lo leyeran, tal vez lentamente pasaría a ser historia, solo historia; pero por ahora es vida, y hechos semejantes llenan aún páginas de periódicos en nuestro país. A mediados o a finales del siglo XII un juglar escribió esta historia para todo el mundo; se salvó de los mil peligros por los que debieron pasar los manuscritos, aquel que él debió de escribir, el que copió Per Abbat en 1207 y también el del siglo XIV, con esas 74 hojas de pergamino que nos han llegado (se perdieron la primera y dos interiores); y hasta que Tomás Antonio Sánchez lo editara en 1779 no había tenido forma impresa. Y hoy, que tiene muchas ediciones, estudios filológicos espléndidos, que están al alcance de todo el mundo ¿va a convertirse solo en texto de lectura para especialistas y aficionados cultos?
Ahora, lean el artículo completo porque hallarán pasión, análisis, conocimiento profundo y argumentos más que fundados para que la lectura (o la presencia) de los clásicos (de maneras diferentes) desde la educación infantil al bachillerato este siempre, siempre presente.
Las ilustraciones sobre El Quijote son de Antonio Saura y las hemos tomado de la página del Instituto Cervantes.