paz-colombia-lectura

La aportación de la lectura a la paz en Colombia

paz-colombia-lectura

«Antes de retomar las armas, prefiero retomar la palabra…!»

Está es una de la frases que más me conmovió en una de las experiencias más fuertes que he tenido la oportunidad de conocer1.

Y quiero recordarla ahora porque en el proceso de paz que ha vivido Colombia no podemos olvidar la importancia que ha tenido la lectura, la escritura y las bibliotecas.

Tampoco, la apuesta de tantas instituciones y personas por la cultura, por la lectura y la escritura como un medio para la paz.

 

Leer y escribir, un derecho de todos

Retomo la palabra fue un proyecto desarrollado del 2007 al 2010, por el CERLALC y la Alta Consejería para los Reingresados. Acogió a más 13.000 personas y a sus familias y tenía como centro la lectura y la escritura como medio para la reinserción.

Corinna Chand, coordinadora de Retomo la palabra, explica en un entrevista que publicó Libro al día las diferentes fases del proyecto:

El primero es el acceso a materiales de lectura, a través de dos caminos diferentes. Los convenios con las bibliotecas públicas en las regiones para que los participantes puedan tener acceso a los materiales y participen en la programación cultural. La otra vía es la distribución de una colección de 407 títulos en 14 centros de servicios del país.

El otro componente es el de formación. Estamos trabajando en regiones bastante apartadas del país donde no siempre vamos a encontrar la cantidad de promotores de lectura que necesitamos y que estén cualificados en el oficio. Para nosotros es importante fortalecer esta competencia y por eso hacemos procesos de formación periódicamente. Lo más importante es seleccionar personas de la región que hablen en el mismo lenguaje ya que se van a entender y a relacionar mejor con los participantes. Nos interesa dejar personas cualificadas en las regiones para que este tipo de proyectos sean sostenibles en el tiempo.

El gran eje son los proyectos de lectura y escritura que los promotores de cada región desarrollan con las líneas de acción que nosotros les damos y que están acordes con las necesidades de la población. Por ejemplo, en Sucre realizaron una revista donde publican artículos que surgieron de un proceso de escritura, en Antioquia incorporaron una línea de acción en escritura a través de murales que se hicieron a lo largo de un proceso en el que se definió el mensaje que se quería transmitir.

El cuarto eje es la puesta en línea de este proceso. Queremos abrir un espacio virtual a través de blogs en el que los participantes escriban. La idea es poder publicar desde avisos clasificados hasta crónicas y poemas para que los participantes empiecen a perder el miedo a ser leídos en la red global.

 

Una de las estrategias que Corinna señala que les ayudaron a mejorar la relación con las familias y también entre los mismos participantes fue la lectura en familia. De hecho, en la investigación que se realizó posteriormente1, los testimonios de los participantes lo señalaban:

«por medio del programa me he olvidado de la guerra y a querer más a mi familia…», «en las jornadas invitan a nuestras familias, con ellas leemos…», «…en las noches aprendí leerle a mis hijos cuentos, los libros se los pido a la formadora y ella me los presta para llevarlos a la casa…».

 

Pero para los formadores, para los mediadores de lectura, el proyecto también fue una experiencia de vida:

«me dio acercamiento con una población vedada…».

 

La investigación se cerró con la publicación de un libro que recogía 38 relatos de vida de las personas en proceso de reintegración social que participaron2. Y la reseña que Alberto Quiroga publicó captura la esencia de esta experiencia valiente:

Al leer el libro Retomo la palabra, hubo una frase que me estremeció sobremanera, una entre las miles de frases de este libro que tienen el poder de estremecerlo a uno: “Eran unos lindos paisajes que se entristecían al pasar nosotros”. La frase me hizo sentir que quien la escribió, Daivis Agustín Martínez, un paramilitar desmovilizado, era en extremo consciente de la capacidad que tienen los hombres armados de producir horror, hasta el punto de entristecer y aterrorizar a la misma naturaleza.

Es terrible porque cada relato –cada uno de ellos escritos por un paramilitar o un guerrillero que se ha desmovilizado- nos asombra y nos hiere de manera singular al hacernos sentir el absurdo de tantos destinos, de tantos seres que han crecido en medio de la crueldad y la violencia y han sido arrebatados por fuerzas más poderosas que ellos e impulsados a vivir en el epicentro de la barbarie y a disponer de la vida de otros.

Cada historia nos abruma con sus muertes, sus crudezas, sus odios y amores, sus traiciones y lealtades, sus heroísmos y mezquindades, por su triste y desolada humanidad, y, en su conjunto, nos hace ver un país tremendo, triste, desamparado, habitado por seres llevados hasta la animalidad por un una fuerza oscura y terrible que se materializa a veces en forma de azar, o de condena, o por la voz de seres invisibles que ordenan y decretan la destrucción y la muerte».

 

Aquí pueden escuchar uno de los relatos:

 

 

La primera vez que fui a Colombia fue en octubre de 2004 para impartir un taller para los bibliotecarios, organizado por Fundalectura. Se realizaba en Armenia (Comfenalco Qiondío).

Allí conocí por primera vez a personas que se han convertido en parte fundamental de mi vida. Allí también comí mi primera bandeja paisa. En un lugar al aire libre hermoso, lleno de vida, vigilados por personas armadas que me volvieron a la memoria viendo la serie Narco.

Recuerdo cada momento de aquel taller, pero sobre todo las conversaciones mientras tomábamos las onzas o el tintico. Y recuerdo constantemente con emoción el testimonio de Mauricio Rey.

Mauricio nos contó que cuando llegaban los desplazados por la guerra, su biblioteca era el primer lugar de acogida. Mientras se habilitaban espacios para darles refugio, él les leía fragmentos de libros en voz alta. Una de las veces escogió uno de Mario Benedetti. Y me contaba:

Maestra, cuando acabé un viejito se me acercó llorando y me preguntó: ¿y ese señor cómo sabe lo que yo siento? Ese señor, ¿dónde encontró las palabras?».

Ahora que parece que llega la paz a Colombia no podemos olvidar el gran trabajo que los bibliotecarios y promotores de lectura han hecho. Porque ellos supieron poner palabras al sufrimiento de tanta gente. Ellos supieron crear lugares de calma en sus bibliotecas.


1. Retomo la palabra formó parte del proyecto de investigación: Martín-Barbero, Jesús y Lluch, Gemma (comp.): Proyecto: lectura, escritura y desarrollo en la sociedad de la información informes finales por países de las experiencias (2008 y 2010). Bogotá: Cerlalc, pp. 154-174.

2. Schmidt, Mariana (compiladora) (2009): Retomo la palabra. Bogotá: Coedición con la Alta Consejería para la Reintegración / Presidencia de la República de Colombia

Deja un comentario

Tu correo electrónico no se publicará.