Artículo publicado el 20 de octubre de 2013 en la sección «Tribuna Invitada» del periódico El Mundo. Valencia
Pot llegir una versió en català en el post El contracte de lectura Conselleria-Societat
Si mañana dedica un momento del día a hacer la compra en un supermercado, pare un momento y mire a su alrededor. Observe a la gente. Algunos se mueven de manera automática porque saben dónde está el yogurt o el arroz. Pero si han cambiado las cosas de lugar o es nuevo en ese supermercado, ¿cómo buscan las cosas?
Seguramente observará que algunos dan vueltas, se desesperan, en algunos casos, preguntan y al final llegan. Solo una minoría mira hacia arriba, hacia esos carteles donde se indica el lugar de los cereales o el del arroz.
Esos se mueven seguros, encuentran rápidamente lo que buscan. ¿Cómo? Leen.
Si hoy entra en la nueva aplicación que su banco ha estrenado para el móvil, pare un momento de mover el dedo, abriendo y cerrando pantallas. Busque el apartado “Ayuda” y lea. Acabará antes.
Esta semana la Conselleria d’Educació repartía una nota de prensa donde adelantaba resultados de la evaluación diagnóstica 2012-13 a la que se sometieron más de 96.000 alumnos de cuarto de primaria y segundo de la ESO de la Comunitat Valenciana. La nota destaca, como uno de los datos más significativos del informe, los resultados de la prueba de hábitos de lectura del alumnado: «el 19,8% de los alumnos de cuarto de Primaria de la Comunitat declaró leer todos los días, el 51,7% dijo hacerlo algunos días, el 17% declaró leer cuando le apetecía y el 11,3% dijo no hacerlo nunca. En Secundaria, el 9,6% de los estudiantes afirmaron que leían todos los días, el 40,26% algunos días, el 27,3% solo cuando querían y el 22,7% nunca.»
Cuando leo estos titulares, suelo pasar página rápidamente. Es como leer una letanía repetida incansablemente y sin ninguna voluntad de mejora. Es como si todo lo que se ha avanzado sobre cómo pensar, diseñar, construir o evaluar acciones políticas y educativas de promoción de la lectura…, es como si todo lo que se ha investigado sobre lo que significa leer o sobre los diferentes tipos de lectura no llegara a las puertas de la Conselleria.
Y de nuevo, la lectura de los escasos datos que se han difundido genera las mismas preguntas.
Primera, ¿qué entiende por “leer” este informe? Por ejemplo, ¿significa que cuando llegan a casa, los de secundaria, no leen los libros de texto ni las anotaciones de sus libretas para hacer los deberes?
Segunda, los datos de la FGEE sobre el comportamiento de los ciudadanos españoles en materia de lectura muestran que la lectura de webs, blogs y foros es la que más ha aumentado en los últimos años (hasta un 46,9%) y en edad, la franja más activa es la de 14 a 24 años (un 77,9 %). Además, los datos de la AIMC revelan que un 67% usa cotidianamente las redes sociales donde Facebook mantiene el liderazgo absoluto con el 90 % de usuarios. Por lo tanto, una segunda pregunta: ¿significa que los escolares valencianos no tienen estas prácticas de lectura?
No es necesario alargarnos porque hace mucho que sabemos que el verbo leer tiene un significado muy amplio. Es más, los modelos de políticas de lectura recuerdan constantemente la necesidad de que los datos sobre consumos lectores sean lo más específicos posibles porque solo así podremos saber exactamente qué prácticas hay que poner en marcha. Por ejemplo, ¿prácticas que promocionen la lectura por placer o la lectura para aprender?, ¿una lectura de libros o de pantallas?, ¿una lectura para escribir, para crear, para leer las indicaciones del supermercado o de las aplicaciones del móvil? Cada respuesta exige una acción diferente.
Por eso nos ha asombrado conocer la acción que la Conselleria pondrá en marcha. Un “Contrato familia-tutor”. Es decir, la firma de un documento por el que el tutor del alumno, el alumno y su familia se comprometen a cumplir unos objetivos y acciones concretas que permitan estimular, apoyar y hacer seguimiento del proceso educativo del alumno.
La cara de asombro que se me quedó cuando leí esto no puede salir reflejada en este artículo. Sobre todo porque unos días antes conocíamos los resultados del examen de competencias básicas de la población adulta hecho por la OCDE (el llamado PISA para adultos). Recordemos que los resultados en competencia lectora situaban a España a la cola de Europa.
Puestos a hacer demagogia, y dado que en esta prueba los jóvenes obtienen mejores resultados que sus mayores, pensaba si no sería mejor que el contrato fuera al revés. Es decir, que fueran los adolescentes los que se comprometan a hacer leer a sus tutores o padres.
De verdad, ¿proponen este tipo de acciones porque son baratas? Si es así, afirmo que incluso si solo costara un euro estaría malgastando. Ahorrenlo y guárdenlo para cuando tengan pensada alguna acción eficaz.
Mandar hacer algo es fácil. Por ejemplo, podríamos mandarle a la Conselleria que firmara un contrato con la sociedad por el que se responsabiliza a hacer un verdadero Plan de Lectura en el que la formación de los mediadores, incluidos los padres o tutores, sea el eje fundamental. Porque solo unos adultos bien formados saben cómo ayudar a sus hijos.